martes, 29 de octubre de 2013

2013-10-29 Viaducto nocturno

Hoy

El lunes pasado

Hoy he hecho una solitaria nocturna. 

Estoy llegando al final de la recuperación y tras muchas semanas con dos/tres sesiones de gimnasio musculando la rodilla, me voy encontrando mejor. Sin embargo, hay algo en esa rodilla que no está bien. No sé decir si es de tendón, de hueso o de ambos dos, pero algo no me acaba de cuadrar. Tal vez sea la simple falta de actividad pero me da a mí que no. En cualquier caso, han pasado los tres meses que tarda un hueso en soldar y los movimientos de flexión no son un problema. Es más bien el movimiento de rotación, que de hecho es como me hice la fractura. Así que seguiré alternando bici y gimnasio con trabajo específico de rodilla y buscaré un traumatólogo deportivo.

Pero vamos a lo que vamos. El lunes pasado también salí sólo de noche, pero una avería al poco de comenzar viaducto me obligó a volver vía sant medir sin poder hacer la trialera. Así que hoy he vuelto a subir a Tibidabo y a hacer exactamente la misma ruta: parking de autobuses y viaducto, pertrechado con dos cámaras, chubasquero, bolsas impermeables, botiquín, herramientas, el bidón y 3 baterías más y un frontal de repuesto, agua y geles....Hoy no estaba dispuesto a quedarme de nuevo sin viaducto.

Me encantan las salidas nocturnas y si encima son en solitario, de verdad que son especiales. Hoy además tenía el aliciente del agua: el aire estaba saturado de humedad y chispeaba, los árboles y arbustos estaban cargados de agua que brillaba con el reflejo de la luz. Al principio, los oídos se vuelven locos pues hay muchos ruídos que no tienen identificados: los latigazos de la rueda, el tacto del neumático con la piedra mojada, el agua que se escurre... y cuesta de distinguir estos ruidos de los habituales pájaros que se asustan a tu paso, pero al poco tiempo te vas acostumbrando. Repartes tu atención entre lo que tienes delante, el turrón, y lo que tienes alrededor, la oscuridad del bosque. Llevas una velocidad que te permita en todo momento reaccionar si aparece un animal, esto cambia tu trazada, tu salida de la curva para alertar de tu presencia con tu luz y un montón más de detalles.

Hasta Can Borrell hoy estaba "repleto" de bikers y runners. Las nocturnas están de moda y que queréis que os diga, esto le quita parte de la magia. De can Borrell a Sant Medir, la densidad de deportistas nocturnos cae en picado y una vez te adentras en la subida clásica, que a mi me gusta llamar el mar de piedra, entonces sólo ves a algún runner ocasionalmente. Hoy por cierto, bajaba una chica que si la vierais, convencería a más de uno de la bondad de las noctunnas, jajaja.

Cuando llegas a las cotas altas, entonces aparece otro tipo de fauna clásica de Collserola, que no es otra que las párejas jóvenes que buscan los lugares más recónditos para admirar la belleza de Collserola....

Otro de los alicientes es la presencia de los jabalíes. La semana pasada sorprendí a uno pocos metros después de la entrada de Salamandra, es un lugar donde siempre que paso de noche los oigo. Ya de vuelta, me los volvía encontrar entre Can Borrell y Pi d'en Xandri, en este caso desperté a una camada y me supo más mal que otra cosa. El jabalí es uno de esos animales que tienen una fama inmerecida de agresividad, peligro...Hoy iba a subir el tramo de las raíces de Vista Rica pero había un jabalí en los arbustos y he decido dejarle (y dejarme) tranquilo y he subido por la carretera, he pasado por al lado del inicio de Salamandra y he vuelto a oir al otro jabalí trepando desde la carretera pero el momento más interesante ha sido cuando iba por la pista hacia Vista Rica, que he sorprendido a dos jabalíes jóvenes, claramente ya no eran crías sino adultos y algo vaguetes pues han seguido por la pista por delante mío hasta encontrar un escape a la derecha montaña abajo en vez de trepar vigorosamente como podían haber hecho hacia cualquiera de las salidas de la trialera raíces.

La subida hoy se ha convertido en muy técnica: cualquier tramo con roca patinaba mucho y yo llevaba las ruedas bastante hinchadas de manera premeditada. Esto te obligaba a mantener la bici perpendicular a la piedra, a llevar manillar y frenos agarrados cada segundo de la subida, a parar y arrancar con mucha potencia, a levantarte...y aún así han caído cuatro o cinco pies en sitios que tengo muy consolidados. No bastaba con pasar la rueda delantera. Tenías que mantener el peso repartido en las dos ruedas hasta que la trasera superaba completamente el obstáculo.

La bajada por viaducto y parking de autobuses de nuevo la he hecho con la mitad de la atención puesta en el turrón y la otra mitad en el bosque. A veces se me acumulaba la faena pero por supuesto no quería comerme ningún animal. A media bajada, he visto un animal que creo que era un tejón o algo así. No parecía uno de los 20 o 30 gatos que habré visto hoy, era mucho más alargado, con un cuello más largo y estrecho y con movimientos mucho más rápidos. Se ha apartado unos metros de la trialera y en cuanto ha visto que desviaba un instante la mirada para elegir trazada, ha desaparecido (los gatos cuando se sienten a salvo, se quedan quietos mirándote pasar).

Viaducto estaba húmedo pero no había perdido el grip, estaba mucho más noble que la subida, así que pim pam pim pam y me he vuelto a plantar en Can Borrell. Ahora que ya no me pierdo en las bifurcaciones y me van sonando los tramos, me está gustando cada vez más la trialera. Eso sí, el tramo del hoyo empuntador lo he bajado andando. Sólo se bajarlo por el hoyo y no era plan de experimentar.

Y luego mi clásica vuelta aderezada con escaleras, escalones y una nueva atracción que me he inventado, que es pasar los huecos de los árboles de la acera levantando primero una rueda y luego la otra (son unos huecos donde no han colocado el árbol).

y plis plas una cenita y una ducha caliente y damos por clausurado un gran martes.

Espero que os haya gustado la crónica, y que os haya transmitido parte de la magia que tiene el enduro nocturno !